El robo de celulares es cada vez más frecuente en las calles de Viedma
Desde hace tiempo los celulares se han trasformado en una especie de prolongación del cuerpo. Si no está, la comunicación entre las personas parece no existir.
Tan es así que ya no llama la atención que las personas hablen solas por la calle con un extraordinario equilibrio que ni tropiezan o mientras empujan el cochecito del bebé, pedalean, manejan la moto y ni hablar conduciendo un vehículo de mayor porte.
Sirve de ayuda memoria, para tomar notas, grabar el instante, mostrar la receta en la farmacia, entre otros tantos beneficios que acortan distancias, que inmediatizan el contacto, que acercan el mundo sólo al alcance de las manos.
No obstante no han quedado fuera del alcance de la inflación, por ejemplo, con costos que se fueron a las nubes.
Tal vez esa sea una de las razones por las cuales se están observando con frecuencia los robos de celulares porque están al segundo del manotazo, el empujón. El instante, el mismo que con apretar una tecla nos acerca al mundo.
Si ya no se lo posee -por distintas razones- y no alcanza para comprar otro parece que la opción es detectar al distraído que lo viene usando, al que lo lleva en el bolsillo de atrás o al buen vecino que para responder una simple consulta lo saca de entre sus ropas, de la mochila.
Sólo basta un movimiento sorpresa que inmoviliza a la víctima. El problema es que para esa maniobra sea utilizada un arma. Allí el riesgo es mayor y lamentablemente está sucediendo en Viedma.
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